Hoy otra parte de la "CARTA A UN JOVEN MAESTRO"
Comunicación profunda
Hoy en día, disponemos de
numerosas formas de comunicación, como los teléfonos inteligentes, la
televisión y los ordenadores, pero la comunicación se ha hecho difícil entre
compañeros, entre los miembros de una pareja, de padres y madres con sus hijos
e hijas. Si no te comprendes a ti mismo, si no puedes entrar en contacto
contigo mismo, si no conoces la causa de tu propio sufrimiento, miedo e ira, no
puedes comunicarte contigo. Y si no puedes comunicarte contigo, ¿cómo podrás
comunicarte con otra persona?
Por eso, regresar a uno mismo para entrar en contacto con el cuerpo, las
sensaciones, las percepciones y el sufrimiento propios, es decir, comprenderse,
es crucial antes de ayudar a otra persona. Por ese motivo, proponemos que
educadores y estudiantes se sienten juntos para compartir su propio
sufrimiento. Deberíamos de disponer de tiempo, concedernos un tiempo para
hacerlo. La verdadera comunicación consiste en comprender el sufrimiento interior,
comprender el sufrimiento de la otra persona. Y necesitamos enseñarle esto a la
generación más joven.
Practicar la escucha profunda y el habla amorosa con nuestros
estudiantes contribuye a eliminar barreras entre educador y estudiante. Si los
alumnos comprenden tu sufrimiento, dejarán de hacerte sufrir. Si nosotros
comprendemos su sufrimiento, sabremos cómo ayudarlos a sufrir menos. Juntos
mejoraremos la calidad de la enseñanza y del aprendizaje, y el aula se
convierte en un lugar agradable para todos. Es posible que educadores y
estudiantes convivan felices.
La práctica de la plena consciencia aplicada a la escucha y al habla
puede ayudarnos a restaurar la comunicación con nosotros mismos, porque
aprendemos a escuchar nuestro propio sufrimiento. No necesitamos huir de
nosotros mismos; no necesitamos ocultar lo que no nos agrada de nosotros
mismos. Intentamos estar ahí para nosotros, comprendernos para poder
transformarnos. Si sabes cómo escuchar con amor y compasión, podrás ayudar a
que otra persona sufra menos. Sabes que hay sufrimiento en ti, y que en esa
otra persona también lo hay. Cuando ves ese sufrimiento en el otro, dejas de
acusarlo, de culparlo. En lugar de eso, deseas ayudarlo a que sufra menos. Pero
¿cómo podrás reconocer el sufrimiento en la otra persona si no lo reconoces en
ti? Es crucial que escuches con plena consciencia tu propio sufrimiento. En
nosotros nacerá la compasión y sufriremos menos. Después, podremos mirar a la
otra persona y sabremos cómo ayudar para que siga nuestro camino. Escuchar al
otro con compasión le proporcionará alivio en solo una hora, en media hora. Esa
es la práctica de la escucha consciente.
Unida a la escucha consciente está la práctica del habla amorosa.
Intentamos decir la verdad sobre nuestro sufrimiento y sobre su sufrimiento
empleando un lenguaje amable que le ayude a abrir su corazón. Nuestra manera de
hablar ayuda a esa persona a reconocer su sufrimiento y el tuyo. Todas estas
son prácticas de plena consciencia: consciencia de la escucha y del habla.
El educador y el estudiante pueden entonces aplicar las prácticas de la
escucha y el habla conscientes en sesiones para hablar y compartir. Necesitan,
primero, escucharse mutuamente. El educador debe ser capaz de sentarse y escuchar
el sufrimiento de los estudiantes. Y los estudiantes pueden llegar a conocer
las dificultades y el sufrimiento del educador y de los demás alumnos y
alumnas. Después de haberse escuchado unos a otros, su comportamiento cambiará.
Toda la clase puede practicar sentarse, respirar y escucharse entre sí. No es
una pérdida de tiempo, al contrario; conduce a una comprensión mutua.
Estudiantes y educadores podrán colaborar unos con otros para hacer que enseñar
y aprender sea una alegría para todos. Podemos imaginar al educador sentado con
un estudiante para hablar del sufrimiento del alumno. El educador ha
desarrollado la capacidad de escuchar con compasión y de hacer que el
estudiante sufra menos. Hasta ese momento, quizá nadie haya podido comprender el
sufrimiento de ese joven. Su padre, su madre, están demasiado ocupados, y eso
hace que el joven esté enojado. Ahora tenemos la oportunidad de sentarnos y
escuchar su sufrimiento: quizá ese educador sea la primera persona que sabe
sentarse y escucharlo. Si ese joven ve que hay alguien que comprende su
sufrimiento, sufrirá menos. Así que la práctica de la escucha compasiva ayuda a
conectar al educador con el estudiante, a construir confianza, a eliminar la
ira y el miedo entre educador y alumno.
Los administradores y el equipo de dirección del centro necesitan
comprender que cuando en una escuela se organizan sesiones de escucha profunda,
tanto los educadores como los estudiantes contarán con más energía y concentración
para enseñar y aprender. Sin esas prácticas, los educadores pueden hacer sufrir
a sus alumnos y los alumnos pueden hacer sufrir a los educadores, y el
resultado es que se ensancha la brecha entre generaciones. La práctica de
emplear la escucha profunda y el habla amorosa para restaurar la comunicación y
promover la comprensión y promover la comprensión y la colaboración entre
educadores y alumnos debería incluirse en los programas de formación de los educadores.
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